Sentado junto al banco
que se encuentra justo al doblar la esquina del trabajo, disfrazado
de oficinista con mi corbata azul marino, mi camisa azul
celestre,chaqueta y pantalón de color gris roto y zapatos recién
cepillados apuro los últimos minutos antes de apretar el numero
quince del ascensor que me lleva a mi sala de tortura diaria.
Hoy es lunes, hoy cumplo
cuarenta y tres años y hoy es el primer día de estos últimos
catorce que no compro nada para celebrar mi cumpleaños con mis
compañeros de trabajo, porque realmente no me apetece celebrar nada
con nadie y porque he llegado a un punto en vida que simplemente voy
a hacer lo que me apetezca, sin importarme nada de lo que me rodea ni
si hago o dejo de hacer daño con mis actos, estoy cansado de estar
pendiente de todos eso ojos que me juzgan y hacen difícil lo fácil
y aburrido lo divertido.
Faltan cuatro minutos
para fichar y mi tarjeta atada a un cordón que rodea mi cuello se
balancea temblorosa como si se negara a ser pasada por la maquina de
fichar sabiendo que hoy va a ser otro lunes cualquiera en un caos
cualquiera. Llamadas de teléfono, reclamaciones de clientes
indignados, cientos de perdones y miles de mentiras, me pagan por
tranquilizar al cliente por teléfono y por defender algo en lo que
no creo y todo por un sueldo que hace unos seis años lo recibía
solo en comisiones.
La tristeza podrida por
dentro avanza lentamente hacia los pocos sueños que me quedan vivos,
los ojos se me han llenado de su sangre fría y negra con la
sensación de que la vida se me escurre de entre los dedos y yo me
quedo como aquel que se queda con los ojos clavados ante una de esas
hojas del libro poseído por algo que no sabe que es pero que te
hiela por dentro.
Faltan tres minutos y
acabo de ver a Silvia, una compañera que hace unos años se
convirtió por un tiempo en algo más que eso. Al principio fue todo
perfecto, lo nuestro surgió desde el primer día que ella entro por
la puerta a realizar una entrevista de trabajo, hasta que todo se
apagó igual de rápido que apareció. El irnos a vivir a su piso fue
el mayor error de nuestra relación, eramos totalmente
incompatibles,una incompatibilidad con mayúsculas, una lejanía que
no se podía salvar Ella quería ser madre y yo quería vivir la
vida, ella quería Domingos de Sofá y yo Sábados de desenfreno,
ella quería gato y yo perro, y ahí es cuando la brecha se acabó
de abrir por completo, cuando apareció en brazos de un lindo y
bigotudo gatito. Como somos las personas ¿verdad? A veces las
relaciones se rompen por la cosa mas insignificante del mundo, por un
gato, por una toalla mal colgada, por un bote de jabón mal cerrado o
por una puerta de nevera abierta.
Faltan dos minutos y
todavía sigo aquí sentado, por ahora ya tengo una falta leve por
llegar tarde, mientras que llego y cojo el ascensor, que seguramente
no estará en la planta baja y llego a la oficina los tan importantes
dos minutos tarde harán que Dirección empiece a redactar en su
flamante Apple una falta leve por el tremendo problema de pasar la
tarjeta 120 segundos tarde...
Falta un minuto me
levanto lentamente soplando, miro hacia arriba,seguramente estén
todos ya trabajando y el teléfono quejándose porque nadie le hace
caso por las mañanas,una ventana se abre, es Silvia ventilando la
sala de juntas, como si lo viera, hoy vienen los Chinos, alguien se
acerca por detrás, la altura del edificio me hace difícil
identificar quien es y solo veo la misma silueta difuminada que vi
con Silvia , el le susurra algo al oído, ella se gira , al cabo de
unos segundos de pura complicidad se funden en un beso y luego en un
abrazo. Me vuelvo a sentar y dejo que los sesenta segundos pasen uno
a uno, poco a poco .
Oficialmente tengo una
falta leve, ya son varias las de este mes, me vuelvo a incorporar y
me dirijo en sentido opuesto al trabajo, no se donde me llevaran mis
pasos , no se donde me llevara la vida, solo se que ahora me siento
liberado, ahora solo sé que no he pensado en las consecuencias
Entro en un estanco,
llevo cuatro años sin fumar porque dicen que fumar mata y lo que no
saben los que dicen eso que lo que realmente mata es trabajar en
algo durante años que no te gusta, en algo en lo que no crees,
enamorado de alguien a quien no le importas, atrapado en una jaula
realizada con tus propios miedos dejando pasar las horas que se
convierten en días, los días en semanas y envejeciendo poco a poco
rodeado de gente que piensa en ti como en un numero mas, y lo siento
yo no soy uno mas, yo soy especial y lo voy a demostrar.
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