viernes, 18 de marzo de 2016

DIVERGENTE




VALORACION:
Una futurista ciudad de Chicago tiene la población dividida en facciones, grupos de personas con singulares valores culturales, religiones y conductas. Hay cinco facciones diferentes de la ciudad:
1. Verdad (La sinceridad) 2. Erudición (La inteligencia) 3. Cordialidad (La paz) 4. Osadía (La valentía) 5. Abnegación (La generosidad)
La protagonista, Beatrice Prior, llamada más tarde "Tris", se crió en Abnegación, donde la generosidad se mantiene por encima de todo. La generosidad no viene naturalmente de Beatrice, sino de la enseñanza de sus padres. Ella se siente sola y oprimida, rodeada de gente que no piensa como ella. Cuando los jóvenes cumplen dieciséis años deben asistir a una Prueba de Aptitud la cual determina a qué facción pertenece cada uno, eligiendo vivir en la otra facción o quedarse con sus padres. La prueba consiste en una simulación, durmiendo a los adolescentes con un líquido especializado para hacerlos soñar en una especie de prueba que pareciera real. Para su sorpresa, Tris descubre que es capaz de manipular las simulaciones y tomar decisiones prohibidas, después se entera de que es una Divergente (persona capaz de manipular las simulaciones). Ella no encaja en ninguna de las facciones, ya que tiene aptitud igual para tres facciones diferentes (Abnegación, Osadía, y Erudición), lo que la aterroriza. Beatrice tiene que sobrevivir siendo una Divergente, lo cual está prohibido. 

OPINION

Bueno  la verdad es que me esperaba un poco más, me parece un libro juvenil y un poco previsible. Cuando lees el libro te da la sensación de que si has leído los Juegos del Hambre anteriormente ves algunas similitudes. Lo bueno o lo malo es que no me queda más remedio de seguir con los siguientes libros de la saga ya que la autora deja el final abierto de este primer libro. Sinceramente me da un poco de miedo coger el segundo de la saga por si el aburrimiento aparece se deja asomar. En resumen, libro para pasar el rato y sinceramente ya que se han adaptado los tres primeros libros al cine (Leal ahora está en las taquillas) yo aconsejaría ver las películas antes de empezar con los cuatro libros.

TRAILER DE LA PELICULA



miércoles, 16 de marzo de 2016

GRACIAS


Muchas gracias a todos, mi trozito de nube ya ha superado las 2000 visitas, gracias por formar parte de este pequeñito sueño


MANUEL


martes, 15 de marzo de 2016

UN VAQUERO DETRÁS DEL MOSTRADOR


Detrás del mostrador, así es como recuerdo a mi abuelo. Detrás de un mostrador color caoba, leyendo sus novelas de vaqueros, pasando las hojas con su índice y con su corazón amarillento de esa maldita condena que era no encontrar el momento de dejar de fumar.
Me pasaba las horas muertas sentado en el primer escalón de las escaleras que ascendían al entresuelo. Él de vez en cuando giraba su cabeza y me ofrecía una de sus pocas sonrisas del día, y eso me hacía sentir especial. "Si viene un vecino te levantas de ahí", me decía. Yo, con apenas ocho años pensaba, "si tienen ascensor, para que van a querer subir por las escaleras cargados de bolsas de la compra".
Me encantaba mirar como dejaba de forma armónica las cartas en los de buzones. Yo sólo quería que llegara el momento de crecer para que me dejara hacerlo a mí. Se le veía tan orgullo con lo que hacía.
 Lo más divertido del día era cuando el éste se iba yendo por debajo de la puerta y bajábamos a las mazmorras de ese castillo imaginario que construí en mi cabeza para que no doliera tanto estar lejos de casa. Lejos de mis amigos, del olor a tierra mojada, para que esos fines de semana no se convirtieran en una condena,. Rodeado de grandes edificios, de caras desconocidas, de un tráfico que engullía la libertad que necesitaba un crio de ocho años nacido en un pueblo a las afueras de la ciudad.
Bajábamos por la escalera grisácea testigo del paso del tiempo, rodeado de oscuridad. Yo iba detrás de mi abuelo que me escoltaba con una linterna en la derecha y un manojo de llaves en la izquierda. Igual que los libros de Vaqueros nos convertimos en dos forajidos en busca de una aventura. Llegábamos a las catacumbas del edificio donde se encontraban presidiendo la sala, dos enormes calderas de gas propano. Era como la sala de mandos de una nave espacial o de un gran barco. Lo recuerdo como algo tan excitante que ahora con cuarenta años me da casi vergüenza admitirlo. Me encantaba su trabajo.
Recuerdo cientos de periódicos apilados y atados con cuerda roída que los vendía a peso para calentarse con un par de copas de Soberano en las mañanas frías de invierno. Lo recuerdo dentro de casa sentado en una mecedora presidiendo el comedor, mirando con un ojo el partido de su Athletic y con el otro las personas que entraban y salían del edificio. Me llamaba la atención que un señor nacido en Sevilla fuera de Athletic de Bilbao pero yo creo que lo hacía simplemente por llamar la atención. Igual que aquel día que me enseñó a escondidas el recuerdo de la Guerra Civil en forma de agujero de bala que atravesó su pantorrilla. Unos años donde mis dos abuelos lucharon en bandos contrarios y que con el paso del tiempo hizo que compartieran mesa en compañía de una  botella de vino y unos cuantos cigarrillos.
Detrás del mostrador, así lo recuerdo y quiero recordarlo, sonriéndome y pensando que un día se fue feliz, sin hacer ruido. Una pena que no pudiera decirle hasta luego, o adiós o hasta siempre, una pena abuelo, pero sé que no me lo tendrás en cuenta, allí donde estés...o tus alas te hayan llevado.

jueves, 3 de marzo de 2016

MI ÚLTIMA BATALLA CONTRA EL CÁNCER

Llevo más de treinta años sirviendo al ejército. La verdad es que nunca me plantee ser militar, es más, si soy sincero conmigo mismo me enrolé en el ejército porque mi vida era tan patética y me sentía tan perdido que fue la única opción que tuve a mis diecinueve años, ser militar y vivir de ello.
Nunca sentí el miedo. Recuerdo a otros compañeros hacerse sus necesidades encima mientras intentaban sobrevivir bajo una lluvia de balas y metralla. Tras estar en Kosovo, Afganistán y Bosnia ahora mientras me estoy afeitando frente al espejo empañado es cuando realmente noto el aliento del miedo en mi espalda. Siento su presencia que me acecha. Siento su mano fría apoyada en mi hombro recosido por balazos recordándome que yo he sido el elegido y ahora mi único enemigo es el tiempo, tiempo que empiezo a oír susurrándome al oído convertido en un tic tac que retumba sin piedad en mi cabeza.
He cambiado el ruido de las bombas destruyendo colegios por las obras de la esquina de mi casa, las sirenas antiaéreas por el sonido del claxon del camión de butano, las lágrimas de los niños arrodillados en una esquina rodeados de escombros por el llanto de un bebé que pide a su madre el pecho ya entrada la madrugada. Tras pasarme las noches enteras sin poder pegar ojo, gracias a las pesadillas bañadas en sangre y de amargos recuerdos, hoy por primera vez en mi vida tengo miedo, miedo porque hoy empiezo una batalla distinta, una batalla que ya no puedo controlar. Me faltan agallas para atarme los zapatos, ponerme el abrigo, coger las llaves, salir y cerrar la puerta.
Tengo miedo porque cuando dé dos vueltas de llave a la cerradura sé que mi vida va dar un giro radical. Me sudan las manos, llamo al ascensor, pero en último momento me arrepiento y bajo por las escaleras..., me siento tan niño en estos momentos…, quien diría que hace unos años dirigía una compañía de jóvenes asustados soldados con cientos de “Kalashnikov” apuntándonos a nuestras cabezas.
Cojo el autobús y mi cara debe estar desencajada ya que un chaval con unos grandes cascos parecidos a lo de los soldados que pilotan los “Apache” me mira fijamente y me cede su sitio. Me siento y miro por la ventana, el mundo sigue. El mundo sigue girando y no para, da igual que yo pueda morir o no, la vida no para y continúa su camino, sin esperar a nada ni a nadie. Al final de la calle diviso mi objetivo, aquel edifico que a partir de ahora será como mi único hálito de esperanza.
Al cabo de unos de unos minutos me encuentro rodeado de batas blancas. Sentado en una silla de plástico color canela, estoy esperando que me llamen para entrar. La aguja del reloj que preside la sala no avanza. Miro el móvil, tengo cientos de mensajes en el email y en el WhatsApp. No quiero leerlos. No quiero saber nada del resto del mundo que me pueda afectar. Sólo quiero entrar en esa maldita sala, cerrar los ojos y pensar que todo ha sido un mal sueño, una pesadilla más de las que siguen viniendo a visitarme cuando apago la luz de la mesita de noche.
Por fin llega el momento, abro lentamente la puerta y lo primero con lo que se topan mis ojos son unos grandes butacones de color negro alineados a modo de pelotón de fusilamiento. En dos de ellos hay dos mujeres sentadas con los ojos cerrados y en medio una vacía, la mía, es el principio de un largo viaje.
Una vez sentado noto como el carboplatino entra en mi a través de un catéter. A mi izquierda una mujer demasiado mayor para aguantar todo esto se presenta, “Buenos días, me llamo Soledad”. Yo simplemente asiento con la cabeza, estoy demasiado nervioso para articular palabra. A mi derecha una chica con un pañuelo en la cabeza, demasiado joven para estar sentada junto a mí, hace lo mismo, “Hola, mi nombre es Esperanza”. Cierro los ojos y me dejo llevar…, de repente siento como alguien me coge y me aprieta fuertemente mi mano izquierda. A continuación sucede lo mismo con la derecha. Rodeado de Esperanza y Soledad dejo que el Ángel de Guarda que me acompañó durante tantos años vuelva a estar conmigo.