"Las
horas pasaron como días y los días como años. Tu mirada tatuada en
mi espalda y tus palabras golpeándome la cara eso es lo único que
recuerdo, maldito recuerdo”
Estas palabras fueron las que encontré en forma de bola de papel dentro de una papelera rebosante de miedos, frustraciones y sueños no cumplidos, palabras que quedaron a un sólo aliento de llegar a mí, pero que nunca lo hicieron.
Graciana ya no estaba conmigo, había decidido tomar un camino
contrario al mio, pese a todos mis esfuerzos nunca logré que cruzara
la delgada linea blanca que tan cerca se divisaba y tan lejos de ella
se encontraba.
Lo nuestro empezó hace unos cinco años, en un club de Jazz donde yo
hacia lo que podía con el Saxofón y ella con los clientes borrachos
que la acosaban y como a cenicienta, los apuestos señores que
entraban en el club a los nueve de la noche se convertían en
calabaza. Luego recogía, hacia la caja, cerraba el local y cogía su
vieja bicicleta y se cruzaba medio Madrid hasta llegar al estudio
donde llevaba un par de años viviendo.
Me acuerdo perfectamente de aquella noche, protegida tras la barra
del bar a modo de trinchera, protegiéndose como un soldado en una
lluvia de bombas, sus ojos asustados se clavaron en mi y en las notas
que revoloteaban a mi alrededor. Esperé a que todo el mundo se fuera
y nos quedamos solos, me acerqué , ella me miró y me preguntó que
porque me había quedado tan tarde.Yo le dije que me preocupaba, que
me daba la sensación de que estaba asustada de algo y que ahí
arriba, en el escenario creía que me estaba pidiendo ayuda con la
mirada y por eso me quedé.
Graciana y yo nunca hablábamos, yo salia un par de horas antes del club y la verdad, sólo me limitaba a tocar tres temas y no me relacionaba con nadie, por eso le extrañó tanto que me quedara aquella noche. Graciana bajó la cabeza y tocándose el pelo me dijo que no le pasaba nada, que todo era fruto de mi imaginación, yo insistí, y después de varios intentos acabamos separados por su querida barra de bar y compartiendo un par de vasos y una botella de Ron.
Graciana y yo nunca hablábamos, yo salia un par de horas antes del club y la verdad, sólo me limitaba a tocar tres temas y no me relacionaba con nadie, por eso le extrañó tanto que me quedara aquella noche. Graciana bajó la cabeza y tocándose el pelo me dijo que no le pasaba nada, que todo era fruto de mi imaginación, yo insistí, y después de varios intentos acabamos separados por su querida barra de bar y compartiendo un par de vasos y una botella de Ron.
Estaba amaneciendo y borrachos nos despedimos en la puerta del club, no hubo ni beso apasionado ni abrazo, sólo un vergonzoso hasta luego. Yo me giré un par de veces y sólo vi una mujer abrazada por un miedo reflejado en forma de sombra reflejada en el callejón donde dejaba su Bicicleta. Tras una fría ducha los recuerdos de la pasada noche volvieron acuchillando mi cabeza casi sin avisar. No lo entiendo , por mucho que le de vueltas no lo entiendo, parece tan vulnerable y a la vez tan fuerte, tan frágil y tan inaccesible. Tenia tanto que esconder y tanto que ocultar que simplemente con pensar en ella y en lo que habíamos compartido la sensación del miedo aparecía y me apretaba fuertemente el cuello sin dejarme apenas respirar.
Como todos los días aparecí a la misma hora, pero no vi a Graciana,
al cabo de un rato pregunté a su compañera que donde estaba
Graciana, ella me comentó que llamó para decir que estaba enferma y
que no iba ir esa anoche, con el paso del tiempo supe que ni esa
noche ni el resto de noches. Pasaron los días y Graciana seguía sin
aparecer... ¿Estaría realmente enferma? ¿Y si le hubiera sucedido
algo? ¿Realmente pudo llegar a casa? ¿Seria por la conversación
que mantuvimos?
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