Con
el paso del tiempo se fue borrando tu sonrisa, tu vestido se impregnó
del aroma que la oscuridad una día se olvidó. Treinta años te
pasaste jugando allí arriba, con una señora que decía llamarse
Soledad...
Todo
empezó una calurosa tarde de agosto, cuando el sueño por mi puerta
no apareció y mi curiosidad hizo que mis pasos quisieran conquistar
la cima y trepar a través de los escalones de aquella vieja
escalera, aquella que tanto respeto me enfundaba y que nunca me
atrevía a subir Al final del camino mis ojos se toparon con una
majestuosa puerta de madera testigo
de besos escondidos y secretos ya olvidados. Colgada de un aro
cobrizo una gran llave de pequeños dientes afilados temblaba de
miedo al volver a encontrarse de nuevo con aquella vieja amiga,
aquella pequeña ventanita que dejaba entrever aquel oscuro rincón.
Como
una bailarina mis pies se alzaron para alcanzar tan ansiado sueño,
el contacto entre aquellos dos viejos amantes hizo que un suspiro se
escapara a través de la puerta , la prueba mas evidente de aquellos
años ya pasados. Una vez abierta la puerta no sin gran dificultad
,localicé aquel viejo baúl escoltado de cientos de cajas, cuadros
vestidos de polvo y una vieja y carcomida maquina de coser que se
dejaba ver a través una sabana agujereada como un queso.
Lentamente
abrí
el baúl y me encontré
contigo, sentada, esperando, esperando a que te abrazara ,que te
meciera , que jugara contigo, que te peinara por las mañanas, que te
diera de comer con aquella cuchara que le quitábamos a mamá, que
durmieras conmigo aquellas noches de lluvia y de miedos, como te he
echado de menos, mi querida y vieja muñeca de trapo.
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