El despertador sonó como
en estos últimos diez años, a las seis de la mañana, ella se giró
y sólo vio su cuerpo inmóvil, sabia que estaba despierto, lo
conocía tanto que simplemente por el movimiento de su cuerpo al
respirar sabia que estaba ahí con los ojos abiertos, seguramente con
unas ojeras que le estiraban los ojos hasta llegarle al suelo.
Esa noche fue dura, le oí
levantarse varias veces y no parar de moverse peleándose con las
sabanas que apresaban su cuerpo luchando por intentar encontrar un
sitio a su cabeza en una almohada que ahora mismo le rodeaba a modo
de llave de Kárate.
Hoy es el primer día,
hoy son las seis de la mañana y no le voy a oír suspirar sentado en
la cama, no voy a oír sus pasos desnudos por la habitación , hoy
no me a va preguntar donde le dejé la corbata gris y la camisa
blanca, hoy no le voy a escuchar afeitarse con esta maldita vieja
maquinilla único recuerdo que tiene de su padre, hoy es el primer
día desde que le conozco que no va a ir a trabajar.
Ayer fue su último día
en la empresa, hoy empieza un nuevo camino, una nueva vida, unos
nuevos hábitos, hoy ya no tomará el café con el portero del
edifico, ya no se cruzará con aquella chica en el metro que le
regalaba todos los días una sonrisa vergonzosa y le obligaba bajar
la cabeza y mirar al suelo, ya no le llevará el periódico a la
mujer de la limpieza que le hacia esperar porque acababa de fregar y
ya nunca más hablara de fútbol con Ricardo, su compañero de
trabajo.
Hoy tiene que ir a su
nueva oficina, a la del paro y va a ser la primera vez en su vida que
se va a sentir perdido, sin saber que hacer y a donde ir, se va a
quitar el traje de la seguridad para ponerse la sudadera del miedo ,
aquella que cuando le hace sentirse amenazado por el miedo le protege
la cabeza en forma de escudo con su grande capucha y le hace sentirse
como un refugiado tras aquellas gafas negras de marca.
La alarma del despertador
sigue rompiendo el silencio de la habitación , y el continua
inmóvil, seguramente sabe que cuando alargue su brazo y apriete el
botón todo empezará y todo habrá acabado. Yo me incorporo
lentamente comportándome como si no supiera que estaba fingiendo, de
que el tenia tanto miedo de alargar el brazo como yo de perderle, de
perder su esencia, de perder su sonrisa , de echar de menos sus
bromas, las que nunca entendí, de improvisar un pequeño baile en la
cocina al saber que le habían subido el sueldo y de que ese año por
fin tendríamos vacaciones.
Apago el maldito
despertador y me da miedo bajar la cabeza, no quiero verlo derrotado,
no quiero verlo acostado con el miedo, abrazado a sus rodillas como un
niño en la oscuridad, un impulso me hace girarme y mirarle a la
cara, él se encoje de hombros y me dice que lo siente mucho, con su
cara convertida en una carretera donde circulan lagrimas que se van
muriendo poco a poco, yo me arrodillo, le aprieto fuertemente su mano
y le susurro al oído , “ tranquilo mi amor, tranquilo duerme que
soy yo”, abrázame como si hoy fuera nuestro ultimo día juntos para
que este abrazo sea lo mejor del día y para que sepas que siempre me
vas a tener a tu lado, aunque no me veas, yo siempre estaré
susurrándote al oído, tranquilo, amor, tranquilo.
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